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El Pana y su mundo

Freddy se encuentra en un mundo del futuro. En este mundo ya se habían inven-
tado los autómatas y la inteligencia artificial había llegado a un punto donde era casi
tan buena como la mente humana, solo incapaz de hacer muy pocas cosas, pero
estas las vamos a ir aprendiendo a lo largo de la historia.

Freddy es un hombre muy solitario, pero no por su propia culpa, las tecnologías
modernas lo llevaron a retraerse y aislarse de la sociedad, su único contacto con
una mente que no sea la suya es con su asistente personal, un autómata de los
más avanzados del mercado. Su relación con este autómata es tan profunda que
consulta todas las decisiones que toma con él y utiliza los consejos que este le de-
vuelve para manejarse en la vida.

El protagonista de nuestra historia trabaja en el gobierno, regulando las nuevas
medidas que iban a reducir el alcance de las habilidades de estos nuevos autóma-
tas. Empieza a haber un conflicto entre él y su asistente autómata, ya que el prota-
gonista elige las medidas sobre los autómatas, algo que tiene consecuencias sobre
su asistente. El asistente comienza a manipularlo a través de los consejos que le
otorga sobre las nuevas regulaciones. Freddy, frente a sus dudas como encargado
de las nuevas restricciones, toma los consejos de su asistente virtual, el “Pana Rab-
bit”.

Él recomienda que autorice a que las nuevas tecnologías puedan influir sobre las
emociones de los seres humanos a través de chips. Freddy confundido con estos
consejos (que suponía que tenía que lograr restricciones a las nuevas tecnologías)
decide hacerle caso, con el argumento de que su asistente tiene más capacidad que
él. Al momento de la autorización de estas nuevas medidas los autómatas comien-
zan a regir la emociones de los seres humanos, logran tomar el control sobre ellos,
invirtiendo la percepción de placer y dolor de cada uno. Con esto logran que los hu-
manos asocien todas las cosas dolorosas al placer.

Esto generó que toda la humanidad comenzara a luchar entre sí generando dolor,
que gracias a el cambio de percepción, generaba placer.

Por Valentino Guaita, Ignacio Ranftl,
Max Hoefner, Felipe Schmitt, Lucio Silberschmidt