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Todas los desafíos propuestos lograron, por un lado, que se
superaran miedos, y en algunos casos, que se crearan nuevos,
pero haciéndonos más valientes ahora que sabemos que
pudimos pasar por ellos.
Dos de las muchas actividades que hicimos fueron tirarse en
tirolesa y cruzar el puente tibetano. Este último fue gracioso, ya
que todos intentaban mover el puente intentando que el resto
se caiga. La mejor de todas, en mi opinión, fue la bajada en rapel.
Ahí, todos los compañeros/as debían permanecer atentos,
asegurándole la soga a quien estuviese bajando. Algunas
personas estaban asustadas por tener que bajar a tanta altura y
por tener que confiarle su soga a otra persona, pero entre todos
pudimos unirnos para convencerlos y ayudarlos, dándoles
ánimos para que al final todos pudiéramos pasarla bien. Al
terminar la actividad, se probó nuestra confianza en personas
que no conocíamos bien. Terminamos dándonos cuenta de que
podemos confiar en el resto de nuestros compañeros.
Otras actividades que lograron reforzar la relación de la camada,
haciéndonos cooperar trabajando en equipos, fueron las
actividades del bosque, en las cuales nos mezclaron
completamente para trabajar juntos y pasarla bien.
Creo que estoy en lo correcto al decir que todos tuvimos una
experiencia única, y que fue tan linda que esos tres días debieron
ser más. Estoy segura de que todos la pasamos bien, y que tener
un campamento de este estilo más adelante podría unirnos aún
más. A todos nos emociona esta idea de tener más
campamentos junto al resto de la camada en los próximos años.
Fue una experiencia única que volvería a repetir sin pensarlo dos
veces, así que doy las gracias a los que nos dieron la oportunidad
de poder llevarlo a cabo.