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Capacitación para el personal
en el entorno Google
Por Antonia Canevaro
Este año nuestra tarea educativa dio un vuelco inesperado, los
encuentros cara a cara, el lenguaje no verbal, las miradas, los
intercambios, el contacto y los vínculos cambiaron de escenario, casi
de un día para el otro. Como institución educativa nos enfrentamos a
un cambio radical e inesperado, que con predisposición y
responsabilidad buscamos sobrellevar de la mejor manera posible.
“La pandemia y el distanciamiento social, incluyendo el cierre de los
edificios escolares, nos empujó a rediseñar las prácticas de la
enseñanza que habíamos imaginado para este año. En estos meses
trabajamos para reinventar las prácticas y generar propuestas viables
en condiciones de alteración del tiempo y el espacio.”
(#moevienteeducativo; 2020; p. 4) Es un año donde como
educadores estuvimos una y mil veces en el lugar de
aprendices/educandos, es un año donde más que nunca se pone en
escena y nos toca de cerca la idea de “aprendizaje a lo largo de la
vida”.
El 2020 fue una revolución de los procesos de enseñanza-
aprendizaje, una revolución donde las jerarquías se desacomodaron,
los roles variaron y se construyeron posibilidades muy potentes de
aprendizaje colaborativo. Fueron momentos de muchos desafíos y
no poca frustración, pero como postula Wilfred Bion al elaborar su
teoría del conocimiento, el aprendizaje, incluso el pensamiento, son
posibles a partir de la tolerancia a la frustración. Esta puede ser una
de las claves para pensar cómo se gestaron procesos de aprendizaje
tan profundos y poderosos.
