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Las docentes depositaron lentamente distintos papelitos con los

               deseos de nuestros niños en la fogata (debía ser algo valioso para


               ellos,  pero  que  no  se  pudiera  comprar),  para  que  el  calor  los


               consumiera y multiplicara. Luego el viento tuvo la sabia misión

               de  esparcirlos  hacia  el  universo  para  que  puedan  ser


               materializados.














































































               Poco a poco regresamos al patio donde compartimos un brindis

               entre todos, en medio de sonrisas y charlas distendidas.



               Antes  de  dar  cierre  a  la  ceremonia,  nuestros  niños  volvieron  a


               cantar  y,  felices  con  el  deber  cumplido,  recibieron  su  tan


               esperada y tradicional galleta “Weckmänner”.
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