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Poco a poco, el edificio va quedando atrás y el grupo iluminado
por muchos pequeños farolitos que brillan en la oscuridad se
acerca, atraído por la música y guiados por las velas que marcan
el camino, a una ronda. Uno a uno se van sentando,
acompañados por las familias que forman una ronda más amplia.
Finalmente, las docentes dan inicio a
la ceremonia, dicen unas palabras y…
ocurre la magia: una lanza prendida
fuego vuela por el aire y enciende las
maderas apiladas en el centro; unas
tímidas llamas se van llenando de
energía y un fogón flameante
ilumina los rostros.
Obra realizada por Matilda W.