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Querida Cristina
La vida laboral es como una familia,
no se elige a la gente que la integra,
simplemente uno comienza a formar
parte de un grupo humano. En este
caso, quienes compartimos este
espacio de trabajo tuvimos ese
enorme privilegio de haber conocido
a Cristina.
Por más temprano que uno llegara, Cris estaba allí, en su
escritorio, comenzando la jornada pero ya sumergida en sus
tareas, atendiendo consultas, y recibiendonos a todos con su
gran sonrisa y su saludo cariñoso. Esa era la hora de tomar un
cafecito y conversar, siempre dispuesta para la charla, tanto para
escuchar un problema como para compartir una anécdota
graciosa. Reconocida por su discreción y al mismo tiempo por el
buen humor.
Fuente inagotable de recursos de librería, ¿buscabas plasticola,
ganchitos, una abrochadora? Ella siempre tenía todo a mano, y
con la recomendación, “¡¡después me lo traés!!”. Paciente a la
hora de recibir las planillas con las notas, consciente y confiable
tanto para la labor como para la amistad.
Querida Cristina, en este viaje que compartimos te tocó bajar en
esta estación, sabrá Dios por qué nos dejaste anticipadamente,
nosotros, tus amigos, lamentamos profundamente tu partida.
Gracias por los hermosos recuerdos que nos dejaste, siempre te
vamos a recordar con tu afecto, simpatía y dulzura.
Susana Vazquez Val, Edith Neumann y Melanie Werner